miércoles, 24 de marzo de 2010

The Raveonettes: un diálogo entre el pasado y el presente



Los sonidos, las tendencias y los gustos tienen un carácter cíclico. Viejas tendencias suelen ser renovadas y presentadas con vigor, con energia, y pronto desaparecen hasta ser rescatadas nuevamente. Dicha circularidad, sin embargo, no representa de ninguna manera un estancamiento. Si existe alguna imagen que puede explicar esto podríamos apelar a una espiral: toda vuelta al círculo siempre transporta a un nuevo lugar; siempre existen cosas novedosas e inciertas que presentan nuevas tonalidades, nuevas interpretaciones, nuevas ideas.
Musicalmente, los últimos años han sido fructíferos en mostrar cómo se refrescan y transforman tendencias clásicas. Si bien el rock siempre ha manifestado ciclos, han existido rupturas tajantes, puntos de fractura que señalan no sólo una nueva preferencia sino también una época distinta. No obstante, hoy más que nunca viejos sonidos son rescatados bajo un matiz diferente: nos encontramos en la era de lo que los especialistas denominan como el Revival. Bandas como The Thermals o The Cribs recuerdan lo mejor de los Ramones. De igual forma, The Killers (a pesar de ser resistidos y hasta odiados por muchos), como lo ha expresado copiosamente Brandon Flowers, rescata los sonidos de Joy Division, aunque de una forma un tanto defectuosa y aburridamente comercial. Bajo el nombre del Revival han surgido múltiples propuestas: The Affair evoca la festividad orgiástica de Blondie, The Organ es una copia femenina de The Cure, The Big Pink y She Wants Revenge rememoran los sonidos punzantes y lúgubres del New Wave de Depeche Mode y New Order, mientras que Bon Iver, con su simpleza, sentimentalidad y grandeza (¡qué grandes!, ¡qué bien suenan!), al igual que Grizzly Bear, inmortaliza el Folk norteamericano de los 60s. Si bien es exagerado decir que “no hay nada nuevo bajo el sol”, es cierto que hoy existe un apreciable eco de viejos sonidos que alegran, que cultivan.
Nos encontramos, aquí, ante el viejo debate filosófico que antepone el devenir y la quietud. La guerra entre los contrarios, para darles la derecha a los partidarios del devenir, al parecer resulta y desemboca en el “renacimiento”, por así decir, de aquello que es heredado y que de alguna manera ha ido desvaneciéndose. Lo cierto de todo es que existe un valioso diálogo entre el pasado y el presente, diálogo que no sólo orienta, sino que también permite recordar esos bellos sonidos o “ruidos” (como quieran) que en su momento dieron un tiro de gracia a la cultura establecida.
Y si bien revivir y rescatar en diferentes planos está de moda, (y en últimas, nada más fugaz y efímeros que las modas) un grupo permanecerá en mi mente por mucho tiempo. Quizás nos damos cuenta de que algo es bueno cuando volvemos a escuchar después de un tiempo canciones ya albergadas, acogidas y sentimos nuevamente ese entusiasmo y algarabía que producen esas múltiples armonías. The Raveonettes, el dúo danés formado por Sune Rose Wagner (en guitarra y voz) y Sharin Foo (en bajo y voz), ha desplazado múltiples canciones de mi tracklist vital. Se trata de un sonido fuerte, sucio, desgastado, electrizante, melodioso, prolijo: una verdadera contradicción sonora que revienta los cerebros convencionales.
Las canciones hechas por Raveonettes transportan. Cada sonido permite un viaje imaginario a otras épocas, a otros momentos. Por una parte, se tiene la experiencia de estar en instantes y épocas agenas al vivir y acceder a otras sensaciones culturales. Escuchar a Raveonettes es como hospedar en nuestras mentes a Simon & Garfunkel, a The Everly Brothers, a Velvet Undergrond, a The Ronettes, a Jesus & Mary Chain. Toda una extraña alquimia ejecutada bajo un sello propio y particular, genio singular que permite tejer y aunar diversos sonidos logrando un universo sonoro mucho más fuerte y potente, más melodioso, más ruidoso.

Diego Estrada

1 comentarios:

The dirt on your mind dijo...

Atinaste en la relación entre The Organ y The Cure jajaja, muy bueno...

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